miércoles, 14 de mayo de 2008

Entrevista a Anselmo Ruiz Palomo, Director General de Cáritas Diocesana de Málaga

"La Iglesia tiene 2.000 años y hay quien quiere decirle ahora cómo es la vida"

(18 septiembre Fuente: Málaga 2007) hoy


CASADO y padre de dos hijos, el director de Cáritas Diocesana, Anselmo Ruiz, vive entregado a los demás desde que era casi un niño. Compromiso social y laboral son las claves vitales de este sindicalista infatigable que reflexiona en esta entrevista sobre la educación, los valores, la pobreza, el mundo laboral y la Iglesia en Málaga. Un relato de los problemas a los que se enfrenta a diario y que Ruiz arma con locuacidad y sensatez.

-Sindicalista en todos los frentes y cabeza visible de la maquinaria social de la Iglesia malagueña. ¿Cómo surge su vocación social?
-Yo estudié en los jesuitas de El Palo y eso marca. Te educan para el trabajo, para hacer las cosas bien, en la honradez. Yo creo que la educación de aquella generación fue importante y el mundo religioso un elemento central. De hecho, muchos de los políticos de hoy y de antes a nivel nacional han sido educados en colegios religiosos. Y hoy se nota que no es así. Hay menos intelectuales, posturas menos tolerantes. Cuando se desarrolló la Transición había gente de talla intelectual, humana y ética muy fuertes. Si se pudo hacer fue por ese tipo de personas. Hoy hubiera sido imposible.

-Como representante sindical ha estado presente en los conflictos laborales más convulsos de la historia de la ciudad: desde Intelhorce a la reciente crisis en Vitelcom. ¿Cómo ha sido su experiencia?
-Yo empecé muy jovencito en esto. Y siempre he estado en todos los conflictos pero desde el asesoramiento y desde un entorno cristiano. En cuanto terminé de estudiar, a los 17 años, empecé a trabajar en la antigua Siemens y hoy, 30 años después, ahí sigo. Siempre he estado en el comité de empresa, de CCOO. El comité lo formamos un grupo de amigos de toda la vida y nunca hemos tenido ningún problema.

-Porque CCOO tuvo un origen cristiano y usted dirigió mucho tiempo la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).
-Sí. CCOO le debe su existencia a la HOAC y la JONS. CCOO nació en el 56. Se creaban comisiones para pedir una cosa y luego desaparecían. La presencia del cristianismo en el mundo sindical en aquel momento era fundamental. Yo estuve en la HOAC desde el principio -la presidió entre 1993 y 1997 y para ello se mudó con su familia a Madrid-. Recuerdo que en aquella época primera las reuniones sindicales eran en las parroquias porque eran clandestinas. En Málaga hubo una redada muy importante, con muchos detenidos, encarcelados y muchos de nosotros estuvimos en ese grupo.

-¿Estuvo usted en la cárcel?
-Estuve un mes porque yo llevaba propaganda del 1 de mayo. Estaba yo recién casado, con 23 años. Fue a verme Buxarrais -el que fuera obispo de Málaga entre 1973 y 1991- y eso fue una experiencia muy bonita.

-¿Cómo fue la visita de Buxarrais? ¿Solía ir a la cárcel?
-Sí. Yo a Buxarrais lo conocía porque fue llegar a Málaga y a los pocos días se inició el conflicto de Intelhorce, con el encierro en la Catedral.

-¿Vivió usted aquella crisis?
-Desde la HOAC le íbamos dando información a Buxarrais porque él acababa de llegar y se encontró ante un conflicto de envergadura. Ya ahí mostró su talante porque el gobernador civil quería entrar y echar a la gente y Buxarrais le dijo que en la Catedral no entraba nadie.

-Creo que ha seguido estos días de cerca el conflicto de Vitelcom. ¿Cómo ha sido su participación? -Me llamaron hace dos años para ver todo el tema de la toma de tiempo, del cronometraje. Estuve allí y ya pude ver que aquello estaba muy mal, un desastre. Aquello no tenía método de trabajo, ni proceso de calidad. Luego se ha demostrado que era un negocio que se había montado para lo que se había montado: un desfalco. No entiendo que desde la Junta se den subvenciones sin control ni vigilancia, pero es así. Luego vino todo el follón de la pérdida de actividad y la empresa entró en quiebra. Me pidieron que estuviera con ellos y como son gente jovenzuela que se merece que se les ayude, pues los ayudo.

-Desde el 98 dirige, además, Cáritas diocesana y tiene a su cargo un ejército de más de 1.500 voluntarios. ¿Cómo lleva ese peso?
-Antonio, el obispo, me pidió si podía hacerme cargo. Y en octubre de 1998 me hice cargo de Cáritas.

-Cáritas está presente en las zonas más deprimidas. ¿Cómo ve la situación de la ciudad? ¿Cómo ha evolucionado la organización desde que usted llegó?
-La presencia de los inmigrantes se ha desarrollado mucho: el 50 por ciento de lo que gasta Cáritas es para los inmigrantes. Hay parroquias que hasta el 80 por ciento de sus ingresos los dedican a la inmigración.

-Las Cáritas están muy arraigadas en el día a día de los barrios
-Sí y nosotros lo hemos potenciado. Nuestro objetivo no es repartir y dar cosas, sino que la gente recobre su dignidad, si para eso tenemos que dar algo, lo damos, pero si dar significa ir en contra de eso, no damos nada. La gran seña de identidad de Cáritas son sus voluntarios.

-¿Usted dirige Cáritas como voluntario?
-Claro, yo no cobro nada por Cáritas, por favor. Aquí te das cuenta de que hay mucha gente buena en este mundo. En Málaga somos más de 1.500 voluntarios. Pero eso no dice nada, en una cultura banal y vacía.

-¿Cómo ve la pobreza en Málaga? ¿Cree que las ayudas se han institucionalizado, que hay profesionales del subsidio?
-En esto es como en todo. Hay personas que no conciben su vida fuera de este circuito porque han sido educados así desde el vientre de su madre. Nacen y preguntan por el trabajador social. Pero es gente que no ha vivido de otra forma y muchas veces sufrimos porque vienen con presiones y amenazas, pero es que no han conocido otra cosa; no han tenido la experiencia mínima de que alguien los escucha, los quiera un poquito. En Málaga han proliferado en la última década las ayudas sociales de las instituciones, que alivian la pobreza, pero no la erradican. La pobreza, como concepto, se mantiene igual que hace una década. Pero hoy, además de la pobreza económica, hay una pérdida de valores que degenera al ser humano. Confundimos libertad con libertinaje. Y están los derechos y las obligaciones. En algunas cosas empezamos a prever, como el cambio climático, pero, sin embargo, en el tipo de educación no se piensa. ¿Qué tipo de personas estamos haciendo? Estamos haciendo personas que van a lo suyo; es una sociedad insostenible, sin valores.

-¿Falla el compromiso de las instituciones? ¿Existe un plan?
-Yo creo que desde el punto de vista institucional y de la sociedad, no. Hemos entrado en el circuito de producir y consumir y ese círculo mata a la sociedad porque hacemos gente muy individualista, que no mira el bien común. Hacemos gente que sólo hace aquello que le da placer y eso hace una sociedad de insatisfechos. Solamente recibe el que da y para el ser humano lo material es algo importante, pero no le compensa. ¿Por qué tenemos a más de un 20 por ciento de la población con problemas psicológicos? ¿Por qué vamos por la calle siempre enfadados? Tenemos que hacer ruido para no escucharnos. Estar siempre en movimiento porque el día que nos paramos nos preguntamos ¿Y dónde voy yo con todo esto? Y llevamos décadas con un desastre absoluto en cuanto a la educación. No se puede estar cambiando de ley con quien llega al poder. Tendría que haber un gran pacto y mantenerlo. Los maestros están quemados. Y la Universidad ha perdido el alma. Porque el sentido de la vida para la gente de ahora es pasarlo bien, ganar mucho dinero y trabajar lo menos posible. ¿Quién va a quererse meter en un laboratorio? Hoy los admirados son los que trabajan poco y ganan mucho. Yo creo que las instituciones están perdidas y hace falta reflexión.

-Y en ese contexto ¿Cómo ve la relación de los jóvenes con la Iglesia? ¿Hay un alejamiento?
-Hay menos relación. Pero los jóvenes están en crisis con la Iglesia y con todo, quitando el fútbol o el botellón. Dime qué gente joven hay en los partidos políticos o en los sindicatos. El problema de los jóvenes no es que no vayan a la iglesia, si tuvieran otras inquietudes. Pero no se puede generalizar.

-¿Pero no puede influir el alejamiento del discurso de la Iglesia del de la sociedad actual, como la castidad, el preservativo o el rechazo al matrimonio gays?
-La Iglesia no es una uniformidad y hay cosas que se pueden discutir y que se deben discutir porque no son cosas que afecten al corazón de la fe. El corazón en la fe es algo que se cree y que se está con ello o no se está. Una de las cosas importantes que la Iglesia ha hecho a lo largo de la historia es mantener la fe. Pero por ejemplo el celibato no es algo que afecte al corazón de la fe, es una decisión de la Iglesia que en cualquier momento se puede cambiar. La Iglesia tiene 2.000 años y hay instituciones que son bebés al lado de la Iglesia y quieren venir a decirle cómo es la vida. La Iglesia tiene muchos fallos históricamente y ahora, pero lleva 2.000 años. La Iglesia no la mantenemos los que estamos aquí, hay una presencia de Dios. ¿Por qué no se han cambiado tantas cosas en la Iglesia? ¿Por qué no se ha cambiado el Evangelio pese a que ha habido personas de la jerarquía que lo han incumplido y lo podían haber cambiado para no ir en contra de la norma? Como se hace con los partidos y con todo. Hay que ser prudentes. La historia tiene siempre una explicación y no podemos ser vanidosos. Lo veo en algunos políticos que se creen que han inventado la historia.

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