sábado, 22 de marzo de 2008

Testimonio del sacerdote Álvaro Carrasco Vergara

El pasado jueves 6 de marzo falleció el sacerdote D. Álvaro Carrasco Vergara tras una larga enfermedad a la edad de 38 años. Ha sido párroco de Cártama y Sta. Rosalía Maqueda, además de profesor de Moral en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas San Pablo de Málaga.

En estos días leía un comentario de Karl Rahner sobre las palabras de Jesús en la cruz :“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”(M.27,36). De ellas el teólogo alemán comenta: "Todo cede, huye...; no existe más que el abandono lacerante. Y en esta noche del espíritu y de los sentidos, en este vacío del corazón donde todo abrasa, tu alma insiste y ora. La tremenda soledad de un corazón consumido se hace en ti invocación a Dios." Este comentario me volvía a remitir al testimonio que hacía Álvaro sobre su enfermedad en la revista Diócesis unas semanas antes de su muerte. Su forma de afrontar la enfermedad y la muerte es testimonio de fe y confianza en Dios para los cristianos. Puesto que un cristiano se la "juega" no sólo cuando ve la cruz sino, de manera radical, cuando está en la cruz, las palabras de Álvaro - que abajo reproducimos- nos muestran el camino de un cristiano al que sólo Dios le bastó, sólo Dios lo pudo sostener. Descanse en paz.



Enfermedad y presencia de Dios


Justo al terminar el sexto ciclo de quimioterapia, un niño de comunión preguntó: “si es sacerdote y es tan amigo del Señor, ¿cómo es que Dios le ha mandado esta enfermedad tan mala?”. Unido a todos los que sufren, hoy quiero compartir con vosotros mi “respuesta” desde la fe. A veces queremos que las cosas, las personas, e incluso Dios sean distintos, que sean como nosotros queremos que sean. Y, especialmente en momentos de gran dificultad, nos gustar ía un Dios que nos “arreglara” los problemas. Llegamos a decir o a pensar: “si de verdad existes, si de verdad eres bueno, demuéstramelo: haz que me cure, que...”; “que sea lo que Dios quiera, sí, pero ¡que quiera lo que yo quiero!”
Sólo Jesús de Nazaret nos ha mostrado totalmente el verdadero rostro de Dios. Y en Él descubrimos un Dios todopoderoso cuyo único poder es el poder del Amor. Un Dios que ha vivido plenamente el sufrimiento y que, sólo así, puede ser fortaleza, esperanza y salvación también para los que más sufren. Un Dios que en la Cruz, amando incluso en el sufrimiento más injusto y cruel, nos muestra la única voluntad de Dios: Él no quiere el sufrimiento, sino el Amor hasta el final, pase lo que pase. Le decían: “¡si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz!” Y, precisamente, porque era el Hijo de Dios, no bajó de la Cruz. Donde menos se hubiese pensado, en el sufrimiento extremo de un agonizante que muere “de mala manera”, precisamente allí estaba Dios mismo y su Amor.
¿DÓNDE ESTABA DIOS?
Como dijo el Papa, ¿dónde estaba Dios mientras el sufrimiento de tantas personas por el holocausto nazi?: Estaba en ellos, sufriendo con ellos. El lugar de Cristo sigue siendo la Cruz. Pero una cruz que no tiene la última palabra, sino Dios y su Amor.
“Dios no ha venido a eliminar nuestro dolor, sino a llenarlo con su presencia”. Dios es Amor, así que “donde hay Amor allí está el Señor”. Por eso, Dios no está ausente en nuestro dolor o enfermedad, sino más cerca que nunca, si somos capaces de vivirlos con Amor. Y, por esto, aun en lo más malo de la enfermedad, podemos dar gracias a Dios por su amor y por tantas personas y cosas buenas. Porque con los ojos de la fe descubrimos a Dios- Amor presente: en nuestras familias y amigos que nos cuidan y apoyan incondicionalmente, en los enfermeros y médicos, en todos los que nos animan y apoyan, en los que rezan por nosotros aun sin conocernos personalmente, en el abrir nuestro corazón a todo lo bueno de la vida y a todos los que sufren, en el deseo de luchar por un mundo mejor, …, en los que junto a Dios piden por nosotros y nos recuerdan que “somos ciudadanos del Cielo”. Un Dios-Amor realmente presente en todo lo bueno que supone esta gran experiencia humana y cristiana de una enfermedad, intentándola vivir desde la fe y el Amor.
Dicen que “tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor”; y casi todo el mundo dice que lo más importante es la salud. Antes de este año de grave enfermedad yo decía que no, que lo más importante es el amor. Ahora, después de pasar momentos tan malos y aún sin saber los que vendrán, mirando a Cristo en la Cruz que da toda su salud y vida por Amor, quiero volver a decirme a mí mismo y a todos que sí, que lo más importante en la vida es el Amor. Que, pase lo que pase con la enfermedad y con mi vida, quiero vivir así siempre alegre, sabiéndome en las manos amorosas de Dios. Aun en el dolor de “este valle de lágrimas”, la vida es bella, porque “todo lo puedo en Aquel que me conforta”. Vivir cobijado bajo la protección del amor de Dios, éste es el verdadero consuelo. Por eso, hay que darle gracias a Dios “siempre y en todo lugar”, porque su Amor nunca nos abandona. “¡Muchas gracias a Dios y a todos vosotros!”

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